República Argentina

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Córdoba

miércoles, 12 de enero de 2011

La creciente inseguridad alimentaria




La agricultura puede ser el ámbito donde el bienestar de las mujeres y su relativa invisibilidad en las estadísticas oficiales están en más agudo contraste con la necesidad de crear resiliencia social al cambio climático. Las mujeres producen una porción mucho más grande de alimentos en el mundo que la que se reconoce y todavía hoy persiste una enorme discrepancia entre los recursos que disponen las mujeres agricultoras y su contribución a la seguridad alimentaria mundial. Además, es mucho menos probable que las mujeres sean propietarias de las tierras que cultivan.
El mundo está aprendiendo cuán precaria puede ser la seguridad alimentaria, aun cuando los efectos del cambio climático sólo ahora comienzan a percibirse.
Las perspectivas de producción alimentaria son especialmente preocupantes en Africa Meridional donde habría devastadoras pérdidas en el rendimiento de los cultivos, especialmente para agricultores en pequeña escala, si no se efectúan adaptaciones eficaces.
En materia de alimentos, al igual que al hablar de salud, las conexiones entre las vidas de las mujeres, el desarrollo económico, la población y el clima son múltiples y polifacéticas.
Hasta el momento los mayores efectos del cambio climático sobre la agricultura figuran el reemplazo repentino de cultivos como la caña de azúcar y maíz por otros para obtener combustibles biológicos, dado que varios gobiernos de países desarrollados dispusieron la sustitución parcial de combustibles para vehículos basados en petróleo por combustibles biológicos.
Al mismo tiempo las fuerzas del crecimiento económico y demográfico mundial han conducido a un sustancial aumento en la escala de la producción alimentaria, pues en muchos casos, las grandes empresas agrícolas han reemplazado a los agricultores independientes, muchos de ellos, mujeres.
Esta situación se fue acentuando a medida que la mayoría de los países en desarrollo fueron efectuando inversiones en la producción de cultivos comerciales y la agricultura de regadío a expensas de la agricultura de subsistencia sobre tierras de secano.
Por último, los agricultores de todo el mundo enfrentan una nueva y enconada competición con las zonas urbanas en expansión y las necesidades de la industria, disputándose los suministros de agua, cuya existencia es limitada.
Los cambios en el régimen de lluvias sólo pueden exacerbar el estrés en el suministro alimentario de todo el mundo, que sería motivo de preocupación sin agregarle las amenazas adicionales y de difícil pronóstico que entraña el cambio climático.
Por otra parte, un mundo que tome en serio la necesidad de eliminar el exceso de anhídrido carbónico en la atmósfera, probablemente redescubrirá el valor de los agricultores que trabajan directamente los suelos y cosechan sus cultivos en tierras que son de su propiedad y pueden conservar. Será necesario que los agricultores dejen de ser emisores de gases efecto invernadero y se transformen en fuentes de absorción neta de anhídrido carbónico, para hacer más lento el aumento de las concentraciones en la tmósfera y tal vez contrarrestarlo. Ese proceso requerirá de sistemas diferentes de producción agrícola basados en reforzar el contenido de carbono de los suelos y reducir el uso de fertilizantes químicos.
Las mujeres y hombres, cuando tienen la propiedad de las tierras que cultivan, a medida que el clima vaya cambiando, pueden transformarse en modelos de resiliencia que necesita la humanidad.

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